Encuentra a Dios


¿Qué significa encontrar a Dios?

La calidad de tu vida no está determinada únicamente por tus circunstancias, tus logros o incluso tus creencias. La calidad de tu vida depende, en gran medida, de las preguntas que formulas.

Si observas detenidamente, verás que las preguntas no solo buscan respuestas; también definen dónde enfocas tu atención. Una persona que se pregunta constantemente “¿Por qué todo sale mal?” enfoca su energía en los problemas y se siente atrapada en un círculo de frustración. En cambio, alguien que se pregunta “¿Qué puedo hacer para mejorar esto?” se abre a posibilidades y encuentra soluciones que antes parecían invisibles.

Las preguntas son el puente entre tu presente y tu futuro. Preguntas poderosas te llevan a una vida llena de propósito, claridad y conexión con lo divino. Preguntas
pobres te mantienen atado al miedo, la duda y la resignación.

¿Qué es Dios?

Para mí, Dios no es un concepto que puedas encerrar en palabras, ni una figura que puedas señalar en un lugar específico. Creo que Dios es la esencia que conecta todo lo que existe, la fuerza que da vida y propósito, la chispa que reside dentro de cada uno de nosotros. Es amor puro, claridad absoluta y la guía que trasciende las dudas y los límites. Dios no está limitado a una forma, religión o idea; es la energía que fluye a través de todo lo que eres y todo lo que te rodea.

¿Dónde está Dios?

Es por ello que Dios está aquí y ahora, en cada rincón del universo y en el centro de tu ser. No está escondido en un lugar lejano ni reservado para unos pocos. Está en
cada aliento que tomas, en el latido de tu corazón, en los momentos de paz y en los desafíos que enfrentas. Pero, sobre todo, Dios está dentro de ti. No necesitas
buscarlo fuera; lo encontrarás cuando aprendas a mirar hacia adentro, a escucharte, y a conectar con la verdad de quién eres.

¿Por qué buscar a Dios?

Buscar a Dios es, en esencia, buscarte a ti mismo. Es reconocer que, en medio de la confusión y las distracciones de la vida, hay algo eterno y auténtico que espera ser descubierto. Buscar a Dios te da propósito, claridad y una sensación de conexión con todo lo que existe. El camino se ilumina a medida que avanzas. El mundo cambia, y te permite verlo de manera diferente, con más confianza, fuerza y amor.


Buscar a Dios no significa huir de la vida; significa vivirla plenamente, con la conciencia de que cada momento tiene significado y que cada experiencia, incluso las más difíciles, forman parte de un plan más grande.

¿Cuándo es buen momento para buscar a Dios?

El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. Y el segundo mejor
momento es ahora. Buscar a Dios es exactamente igual. No necesitas esperar a que todo en tu vida esté en orden o a que las condiciones sean perfectas. La búsqueda de Dios comienza donde estás, con lo que tienes y en este preciso instante.

El tiempo nunca será perfecto, pero tú sí puedes decidir que hoy es el día en el que te abres a la posibilidad de encontrar lo divino. No importa si estás atravesando un momento difícil o si todo parece ir bien; ahora mismo es el único momento que tienes, y es suficiente para comenzar.

Más allá de las religiones: un llamado Universal

Vivimos en un mundo lleno de ruido. Redes sociales, notificaciones constantes, preocupaciones diarias… Todo compite por nuestra atención, y en medio de este caos, perdemos algo esencial: la claridad mental. Esa claridad que nos permite escuchar nuestra voz interior, conectar con lo divino y discernir lo que realmente importa.

Es fácil dejarnos llevar por las distracciones y sentirnos desconectados, no solo de los demás, sino de nosotros mismos. Pero detrás de todo ese ruido, hay un llamado universal que nos invita a detenernos, respirar y mirar más allá de las apariencias. Este llamado no pertenece a una religión, cultura o ideología específica. Es una invitación a volver al centro, a lo esencial, a aquello que todos compartimos: nuestra humanidad, nuestra espiritualidad, nuestra capacidad de amar y ser amados.

Redescubriendo lo común

A pesar de las diferencias, todas las tradiciones espirituales apuntan a lo mismo: vivir con amor, compasión, gratitud y propósito. Pero para redescubrir estas verdades, necesitamos apartar las distracciones y crear un espacio de silencio interior.

Por ejemplo, imagina que tu mente ahora mismo es como un lago. El agua está agitada y no puedes ver el fondo. Pero si permites que se calme, todo se volverá más claro. En esa claridad, ves lo esencial: valores como la bondad, el perdón, la conexión. Estas cualidades no son exclusivas de una religión, son universales, y nos invitan a actuar desde un lugar de unidad y propósito.

Todos buscamos la paz mental que trae consigo actuar de la forma correcta, sin remordimientos.

Un camino que comienza con silencio

Al mirar más allá de las religiones y enfocarnos en lo esencial, no solo encontramos claridad, sino también un sentido renovado de conexión. Descubrimos que la espiritualidad no se trata de hacer más, sino de ser más: más auténticos, más presentes, más humanos. A medida que avances en este libro, explorarás formas prácticas y profundas de buscar a Dios, no desde las imposiciones externas, sino desde una conexión interior que te permite vivir con propósito, incluso en medio de las distracciones.

La gratitud: más sencilla de lo que imaginamos

Sentir gratitud es más sencillo de lo que parece, aunque a veces lo complicamos innecesariamente. Es una emoción que fluye de manera natural cuando dejamos de lado nuestras expectativas rígidas y simplemente reconocemos lo que ya existe, lo que ha sido y lo que podría llegar a ser.

Aquí hay un detalle importante: la gratitud no pertenece al presente. El presente simplemente es; no necesita etiquetas ni juicios, solo ser vivido. La gratitud, en cambio, surge hacia el pasado, cuando reconocemos los momentos, personas o situaciones que nos han traído algo bueno. Pero también hacia el futuro, y es aquí donde su poder se multiplica. Sentir gratitud por lo que aún no ha sucedido no solo es posible, sino que es sorprendentemente fácil y poderoso.

La gratitud, en su esencia, es una superación inesperada de expectativas. Por eso, nunca la sentimos hacia el vacío o hacia la nada, sino hacia algo o alguien. Puedes sentir gratitud hacia:

  • Otra persona
  • Un animal o planta
  • Un objeto, herramienta o lugar
  • Hacia ti mismo
  • Hacia Dios

Cuando simplificas la gratitud a esta lista, te das cuenta de que siempre hay algo o alguien hacia quien puedes dirigirla, incluso en el futuro. Es más fácil de lo que parece, porque la vida está llena de detalles y momentos, tanto buenos como desafiantes, que merecen tu agradecimiento.

Por ejemplo:

  • Otra persona: Podrías agradecer por alguien que aún no conoces, pero que en el futuro te ayudará en un momento crucial, como un colega que te tenderá una mano en el trabajo o un amigo que aparecerá cuando más lo necesites.
  • Un animal: Imagina agradecer de antemano por ese compañero que se cruzará en tu vida y te enseñará lecciones inesperadas de amor incondicional.
  • Un objeto, herramienta o lugar: Agradece por ese libro que aún no has leído pero que cambiará tu forma de pensar, o por ese lugar tranquilo que descubrirás y te dará paz en un momento de caos.
  • Hacia ti mismo: Piensa en la gratitud hacia el «tú» del futuro, que tendrá el coraje de superar los desafíos que aún no han llegado.
  • Hacia el Creador: Agradece por las oportunidades que están por venir, incluso si algunas estarán disfrazadas de problemas que te harán crecer y encontrar nuevos caminos.

Recuerda: no todo en el futuro será fácil o positivo, pero incluso las experiencias difíciles pueden convertirse en motivos de gratitud si nos enseñan, nos fortalecen o nos acercan más a nuestro propósito. La gratitud no elimina los desafíos, pero transforma la forma en que los vivimos.